Mi post sobre el bloqueo

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Por: Norges C. Rodríguez Almiñán.

Hace unos meses un colega bloguero cuestionaba la ausencia en mi blog de escritos sobre la política de Estados Unidos hacia el gobierno cubano y a la vez, aunque los políticos del país del norte no lo entiendan así, hacia el pueblo. La respuesta a este amigo discurría por los senderos de la inspiración, le explicaba que cuando escribo lo hago por puro placer y sobre temas que “bajan” a mi mente y de ahí al teclado de manera espontánea, siempre alejado de orientaciones, consignas machacadas y marchas de un pueblo que se dice combatiente y que suele no saber a ciencia cierta porque combate.

Desde que la razón comenzó a acompañarme y hasta donde alcanzo a recordar, tengo la imagen en mi mente de arengas solicitando la modificación de la hostil medida en cuanto acto político, cultural o festivo participaba, la mayoría de la veces acompañado una inercia grupal que se alejaba mucho de la actitud irreverente y anti-dogmatica que suele caracterizar a los jóvenes, era común además que los medios atiborraran espacios con el tema, y que tanto especialistas como políticos dedicaran largas secciones encadenando los pocos canales de televisión (solo 2) y las emisoras de radio, para explicarnos cuánto daño nos hacia el bloqueo, adjudicándole muchas veces la culpabilidad exclusiva del sombrío panorama económico que vivía el país.

Pero tanto discurso reiterado suele activar una especie de protección, una suerte de pared jabonosa contra la que se estrellan y por la que se deslizan rápidamente, consignas, arengas y profundos análisis en paneles de más 6 horas (por suerte ahora duran menos) sobre Burton y Torricelli.

Con el tiempo aprendí que del otro lado del estrecho de la Florida (también algunos del lado de acá) se usaba un término distinto: embargo, para este grupo el otro término no era válido porque estaba más relacionado con la guerra, descubrí entonces que existía con el tema una especie de batalla epistemológica, que libraban grupos de ambos lados a los que muy poco le afectaba la mencionada política.

En medio de esta batalla pareciera que por el título de este post yo me estuviera plegando a uno de los grupos contendientes, pero esta decisión está más relacionada con igualar políticas del gobierno de un país inmenso y poderoso con ciertos signos de arrogancia, a las de uno de otro país no tan inmenso y sin poder alguno pero con similares signos de soberbia, una batalla de egos en la que al final termina sufriendo los que se encuentran en el “lado más débil de la soga”: el pueblo.

Y es que ese pueblo debe luchar contra dos bloqueos (sería demasiado amable usar “embargo” en ambos caos) el que deja pocas posibilidades para encontrar piezas de repuesto para una TAC (Tomografía Axial Computarizada) o que aleja y encarece el mercado de medicamentos contra el cáncer y ese que no acaba de hacer conciencia de lo innecesario que resulta mantener vivo un engendro como ACOPIO, al que algunos suelen llamar empresa y que continua enmarcando el espíritu emprendedor del cubano a un pequeño grupo de actividades permitidas.

Lucha también contra ese que no permite que lleguen recursos y ayudas para centros educacionales o proyectos culturales cubanos y ese otro que cuestiona, obstaculiza o prohíbe cualquier ayuda que llega con esos mismos objetivos utilizando argumentos “ideológicos” que bien pudieran constituir un capitulo en un texto orweliano.

Esas actitudes atrincheradas nos niegan hoy el acceso a las tecnologías, los unos rodean el archipiélago de un entramado de cables a los que el país no puede conectarse, niegan el acceso al mercado de equipamientos de telecomunicaciones, suspenden servicios y aplicaciones en la web y los otros prohíben la importación por personas naturales de equipamientos que es legal en la mayoría de los países y se niegan a desplegar finalmente el acceso a internet/intranet basado, según algunos, en recelos de otras épocas y en toda lo que acarrea este despliegue en lo relacionado al acceso a la información y a prácticas mas horizontales de gobernanza.

Batalla entonces el cubano simple contra los que persiguen cualquier transacción de empresas o entidades cubanas en instituciones financieras foráneas con el peligro de multas millonarias (práctica que suele justificar la falta de transparencia y manejos enrevesados), también luchamos contra quienes desde dentro no permiten que las mismas instituciones financieras inviertan de manera directa en los emprendimientos que lentamente florecen en el país.

No suelo ser optimista, antes lo era más, pero los pocos años que tengo me han enseñado ,quizás demasiado pronto, a poner bien los pies sobre la tierra, entonces me he armado de un realismo que ahora me dice que sí, que algo debe cambiar que es el momento idóneo para que la razón y el sentido común nos ilumine, para que los de allá escuchen y acaten los reclamos de una comunidad internacional que casi en pleno desaprueba tan obsoleta y contraproducente política y que por otro lado los de acá tengan oídos receptivos hacia una comunidad domestica cansada de tantos sacrificios y que a pesar de ello tiene ganas de construir un mejor país.

Pero sentarnos a esperar a que finalmente los decisores resuelvan no debe ser la actitud que asumamos quienes al final resultamos ser los más afectados en este conflicto, tenemos que empujar desde y hacia ambos lados y convencer y recordarles que su función, su trabajo, debe ir encaminado a garantizar que nuestra corta estancia en este planeta sea más llevadera.

Podía hacer un listado casi interminable de ejemplos que ilustren cuan dañina resultan estas prácticas pero prefiero dejarlo en este punto y convidar a los lectores a completar dicha lista y a mi colega bloguero le hago entrega entonces de: “Mi post sobre el bloqueo”.

Un comentario en “Mi post sobre el bloqueo

  1. Norges, quizás se hubiera esperado a una mayor inspiración, y créalo no son pocos, los que hace mucho tiempo no se han sentado a esperar a que quienes tienen la responsabilidad de echar abajo el bloqueo lo hagan, no siempre desde el «oficialismo» se alzan voces, desde muchas partes del mundo cubanos residentes fuera de la isla y amigos de cuba lo hacen. El bloqueo es un hecho tangible, no solo la impedimenta de que entren a la isla medicamentos contra el cáncer, el veto a la adquisición de equipos con componentes de empresas americanas o subsidiarias de esta, el bloqueo va mas allá a que un profesional graduado de las universidades cubanas radique o no en territorio cubano, si no tiene residencia permanente en otro país u otra nacionalidad no puede acceder a certificarse por ejemplo en la TI porque la inmensa mayoría de las certificaciones son de EEUU, a que un cubano no pueda hacer transacciones en dolares en muchos bancos si presentan como identificación su pasaporte del país en el que nació, a que persigan las transacciones financieras personales de cubanos, o a que no se puedan pagar pasajes a Cuba con el uso de tarjetas personales de bancos asociados o con capital estadounidense, el talento de músicos, artistas de la plástica, el cine o los escritores no logran el reconocimiento internacional que merecen mucha obras de talentosos cubanos a menos que se radiquen en el extranjero y así y todo pesa sobre ellos la marginación comercial de las globalizadas distribuidoras de arte, esos no son ejemplos de que el bloqueo sea una medida en contra del gobierno, es una medida en contra del pueblo, de sus ciudadanos, en ninguno de los ejemplos que le he puesto esta la acción burocrática o el no «entendimiento a una comunidad cansada de tantos sacrificios» de parte de los actores llamados en nuestro país a sentarse a la mesa de negociaciones. Oportunidades han existido muchas en todos estos años para que se termine la unilateral injusticia impuesta a esa comunidad domestica que ha tenido en el sacrificio la supervivencia misma, pero siempre ha habido un pretexto para no llegar a ese fin y un pretexto muchas veces gestado desde las relucientes oficinas de las administraciones norteamericanas que han sido socavadas por los círculos de poder de votación del Sur de la Florida, eso es una verdad incómoda, pero una verdad al fin.

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