De cuando un discurso no contribuye al proceso

 

Chama esto te lo debía

no solo a ti.

No todo está perdido, men …

Por: Norges C. Rodríguez Almiñán

Hace unas semanas un colega bloguero fue cuestionado por expresarse en su bitácora. Se le dijo que en ocasiones su discurso no “contribuía al proceso revolucionario”. Dicho cuestionamiento fue acompañado de otras argumentaciones y consejos que alguien perspicaz puede interpretar como burdas amenazas.

Me ofrecí para denunciar el hecho pero este amigo no quiso que la situación trascendiera. Prefirió callar y acatar los “consejos” de los censores. Es por ello que este post no analizará tal situación, solo la tomará como punto de partida para tocar una vez más el tema de la censura y de lo “revolucionario”.

A lo largo de estos años una y otra vez algunos personajes se han arrogado el derecho de decidir que deben pensar y expresar los ciudadanos de este archipiélago. Bien conocidas son las historias de artistas “parametrados”, de lamentables congresos y de grandes escritores desempolvando libros en inmundos almacenes de bibliotecas. En el recuerdo aun están los campos de trabajos para los “incómodos” y salidas definitivas del país de aquellos que, para ciertos círculos (de poder) no poseían el derecho de expresar libremente sus criterios.

En los últimos años se percibe la intención de resarcir todo el daño que en nombre de lo «revolucionario» se le infringió a la nación y a la cultura nacional. Pareciera entonces que en esta época de disculpas -que no han salido de boca de nadie- ya no se cometieran los mismos errores. Pero lamentablemente siguen allí. Se sigue cuestionando y poniendo a consideración de una persona o de un reducido grupo, qué contribuye o no al “proceso revolucionario”.

Ya tanto vaivén con el tema molesta, resulta tedioso y mata las ganas de hacer. Lo único que se logra es dar la impresión (y espero no pasar de la impresión a la certeza) de que los intereses de la Revolución se contraponen a los de la Nación.

No creo que dañe a la nación que se reclame una nueva constitución y un grupo de leyes que no acaban de llegar o que llegan viciadas por verticalismos ¿Daña esto a la Revolución?

Desear que los órganos legislativos cubanos sean realmente populares y que ciertamente empoderen a los ciudadanos, le ofrecería a la nación herramientas para consolidarse ¿Renuncia a esas herramientas la Revolución?

Denunciar el fraude y analizar las debilidades que tiene hoy en el sistema de educación cubano fortalece a la nación ¿y a la Revolución?

Si algunos jóvenes del país deciden, en medio de tanta apatía, participar, cuestionar y exigir lo que consideren, la nación y su futuro se beneficia ¿Ocurrirá lo mismo con la Revolución?

Construir un ambiente de consenso y diálogo en el que todos, sin distinción, tengamos el derecho a participar desde posiciones diversas en los destinos del país, nos llevará como nación por un camino de paz y prosperidad ¿Renuncia la Revolución a recorrer ese camino?

Larga, larguísima sería la lista que pudiera hacerse y numerosas interrogantes quedan por formular. Esperemos que conceptos arcaicos y nada revolucionarios dejen de lastrar el nacimiento de una sociedad civil que ayude a consagrar el anhelo martiano de una nación para todos.

Mi amigo continuará su vida “normal”. Ahora cuestionará y alzará su voz en la intimidad del hogar o en espacios privados, solo allí. Seguirá creyendo que esto no tiene arreglo, que es mejor dejarlo así. Y estoy casi seguro que, en este instante, muy poco le importa si en lugar de ridículos aduaneros contando calzoncillos, necesitamos un mercado mayorista o si en el Parlamento alguien -a quien no “aconsejará” ningún censor- insólitamente vota “no”.

Destino nacional

 

 

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Por: Norges C. Rodríguez Almiñán

Por estos días me he “tropezado” en más de una ocasión con Mañach. Nada sabía yo de este cubano ni de su obra, lo que podría resultar lógico dado mi perfil profesional tan alejado de las Ciencias Humanísticas. Pero ahora sé que hasta para la mayoría de los entendidos en esas ciencias la figura del intelectual cubano y su obra resurge luego de décadas de silencios y olvidos. Es poco lo que he leído, pero he quedado con unas ganas tremendas conocer toda su obra. He buscado y algo he encontrado, pero debo seguir. Mientras tanto comparto con quienes leen este blog un fragmento del texto “Imagen de un destino nacional” de Jorge Mañach publicado en 1950 y que parece escrito en la Cuba de 2014:

“Hoy todos estamos desmoralizados por la misma tenuidad y provisionalidad constante de lo que nos rodea. No nos sentimos estimulados por el medio para hacer otra cosa que vivir lo mejor que podamos nuestras vidas individuales, y naturalmente, las vivimos casi todos bastante mal, sin entusiasmo y sin heroísmo.

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Fingiendo Conducta II

 

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Por Norges C. Rodríguez Almiñán

Conducta avivó el debate sobre la sociedad, la educación y el futuro de la nación. A mí me hizo pensar en todo eso pero también en los comportamientos duales que proliferan en nuestra sociedad y de los que prometí comentar en el post anterior.

Acá muchos fingen, lo hace el que exige “trabajar duro” y tiene garantizado un grupo de servicios básicos y otros no tan básicos que son financiados con el “poco esfuerzo” de los que a diario trabajan “flojo” y lo que reciben a cambio apenas alcanza para los servicios más primordiales.

El médico al que le inquietan ciertas cosas del país o de su centro de trabajo y se encuentra a la espera de una misión al extranjero tiene que fingir y callar, porque corre el riesgo de que se le malogre la única oportunidad de mejorar su casi siempre precaria situación económica.

También finge el deportista que dedica a alguien un triunfo (práctica que por suerte ha ido desapareciendo) y a la vez prepara las condiciones para emigrar (desertar está en desuso) en un próximo viaje en busca de la cúspide de su carrera deportiva.

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